No todo es “militancia”
… Ante la llegada de la minería, es natural que la gente sienta temor y desconfianza
… es gente que necesita ser contenida, informada, escuchada… y es nuestro
trabajo generar el diálogo, abrir canales de participación y establecer la
confianza. Con la gente de buena fe se construye la minería BIEN HECHA.
¿Y la “militancia
antiminera”?…
Hablamos del violento,
del intolerante, del que no quiere escuchar, del “militante antiminero”, el que
promueve el conflicto, vive de él y lo alimenta con desinformación. Hablamos de
los fabricantes de slogans, aptos para la pancarta y la pintada en la pared,
muy lejos del razonamiento. Al principio creímos que era un fenómeno aislado,
que sólo se oponen a la minería… Ahora lo vemos, es mucho más grave, la antiminería
es sólo una de las tantas formas en que se manifiesta el neofascismo.
Hemos
intentado comprender…
Y escribimos
mucho tratando de comunicarlo… desde hace años. Y va la lista de algunos de nuestros
intentos:
Si,
escribimos mucho, quizá demasiado. Por suerte, alguien nos da el marco general que
abarca este fenómeno, del que la antiminería es sólo un detalle…
Loris Zanatta
la tiene clara y nos habla del neofascismo
Viene en
nuestra ayuda el ensayista y profesor de Historia en la Universidad de Bolonia,
Loris Zanatta, con su nota publicada en LA NACIÓN:
“El miedo a
la modernidad alimenta una era de nuevos fascismos”
“El actual
clima apocalíptico se nutre de utopías retrógradas que prometen restaurar la
seguridad perdida”.
“¡"Libros
y fusiles", unidos contra el imperio, tronó hace días Nicolás Maduro! Un
hombre sobrio, lleno de hallazgos originales. ¿Dónde lo había oído antes? Ya:
" Libro e moschetto, fascista perfetto" ("libro y mosquete, perfecto
fascista"), decía Benito Mussolini: armas infalibles contra la diabólica
plutocracia anglosajona. Fidel también lo dijo: tenemos que apretarnos "en
estrecho haz", en un bonito fascio contra el enemigo; siempre él, siempre
el mismo. ¿Qué era el fascio? Lo explica el octavo mandamiento de la doctrina
peronista: "Primero la patria, después el movimiento y luego los
hombres". ¡Los hombres últimos! Traducido: ¡ay de ti si te alejas del
fascio! El individuo vale menos que el conjunto, la parte menos que el todo. En
concreto: si sirve, sacrifiquémoslos; amén. Viva el heroísmo, abajo egoísmo;
viva el amor, abajo el odio: "Viva el fanatismo", gritó Eva Perón
llena de amor; "viva el odio", escribió Ernesto Guevara "sin
perder la ternura"; "bestia bruta", me llamó la semana pasada un
dirigente peronista en
un rapto de afecto”.
“¿Todos
fascistas? No: ¡qué va! El fascismo es cosa vieja, cosa italiana. Son
parientes, digamos: algunos más próximos; otros, más lejanos. Tienen muchas
cosas en común, pero una se destaca sobre todo: exigen la unidad; más: la
homogeneidad; más aún: la unanimidad; el máximo: todos deben ser uno; un
fascio, en fin. Hasta aquí, nada nuevo, todo ya visto. Fue la razón por la
cual, desde los Balcanes hasta América Latina, hace un siglo las religiones
cristianas bendecían los fascismos, o como se llamaran a sí mismos”. “Porque
prometían encolar lo que la modernidad había roto: Estado y sociedad, fe y razón,
moral e individuos, política y religión. Lo intentaron. Pero las iglesias se arrepintieron
cuando vieron que el precio era demasiado alto: recomponer lo que había sido
destruido implicaba demasiada coerción y violencia, demasiado odio en nombre
del amor; además, los regímenes que lo hicieron se convirtieron ellos mismos en
iglesias, y en religiones sus ideologías. Inaceptable”.
“Hoy también
la modernidad asusta y fragmenta; tal vez aún más que antes, de tan rápida,
cambiante, invasiva, global que se ha vuelto. Hoy, también, sube la demanda de unidad,
seguridad, estabilidad. ¿Y qué tranquiliza más que la unanimidad y la homogeneidad,
que vivir en un fascio? De ahí la vaga sensación de déjà vu que se cierne sobre
nuestros tiempos. Con una gran novedad: si alguna vez las religiones se
apoyaron en partidos e ideologías para intentar restaurar el Reino, hoy es al
revés: partidos e ideologías débiles prometen el Reino apoyándose en las
religiones”.
“¿Por qué
sorprenderse? ¿Qué partido es realmente popular en cualquier parte del mundo?
¿Qué ideología secular calienta los corazones y llena las plazas? ¿Qué, más que
la comunidad de fe, une y protege? De ahí que la gran China abreve en el
confucianismo mucho más que en el comunismo; que la inmensa Rusia de Putin se
arrodille ante los patriarcas ortodoxos; que dos vastos continentes abran las
puertas al islam para fundar sus leyes; que la pequeña y muy católica Polonia
marche compungida detrás de la cruz. ¿Qué están buscando, cada uno a su manera?
Siempre lo mismo: el fascio, la unidad que protege y consuela, la evasión de la
historia que corrompe la armonía de la creación, el escape de la razón que no
puede explicar la existencia del mal”.
“Se explica
así el clima apocalíptico que nos rodea, típico de las épocas religiosas que Nicolás
Berdiaeff describió en su momento: clima atravesado por vientos redentores. Lo nutren
utopías antimodernistas y fantasías milenaristas, nostalgias pauperistas e intolerancias
chovinistas. El gran culpable es el mismo de antaño: es la modernidad; y la imputación
más implacable es hoy en día la bomba ambiental, el calentamiento global. Nada
se presta más a los relatos catastrofistas. ¿Lo ve? El fin está cerca, la
especie se extinguirá, el juicio universal está por llegar, la naturaleza nos
castiga por nuestra arrogancia; Dios, por pretender reemplazarlo”.
“¿Qué une la
miserable figura de Maduro, evocada al comienzo de este artículo, con los grandes
problemas globales a los que nos referimos ahora? Nada en sentido estricto: todo
le queda grande al caudillo venezolano. Excepto una cosa: la tragedia de su
pueblo y de otros que, como el suyo, se han sentido atraídos por el sueño de
formar un fascio. Es la tragedia de cualquiera que aspire a crear el Reino en
la tierra. Ese Reino no existe, pero la fantasía de crearlo es un fin tan
elevado que termina justificando todos los medios: terror, odio, despotismo. Y
si tal es la siembra, tal será la cosecha: miseria, miedo, diáspora.
¿Redescubriremos las virtudes de la razón? ¿Las razones del sentido común?
¿Lograremos no tirar al bebé junto con el agua sucia de la bañera? ¿No destruir
lo bueno que hemos creado, junto con lo que estamos haciendo mal? No lo dudo. Mientras
no necesitemos demasiadas tragedias para entenderlo”.
Neofascismo y
pseudoprogresismo…
Como dice
Loris Zanatta… “El fin está cerca, la especie se extinguirá, el juicio
universal está por llegar, la naturaleza nos castiga por nuestra arrogancia” …
y la respuesta… “Ya basta de
infraestructuras, basta de consumos, no a esto y no a aquello, arrepiéntanse,
conviértanse; que nuestra religión sea la religión de todos. ¿Cuál es su ideal?
Un mundo holístico, armonioso, puro, perfecto; una tierra prometida unida por
la fe, un fascio”, y para nuestro caso, en modo ambientalista.
Una
peligrosa seducción, que nos muestra su peor cara, cuando el neofascismo se
disfraza de pseudoprogresismo e impone sus consignas, como un discurso “políticamente
correcto”.