2/10/12

UTOPÍA V: el mito ambientalista, una peligrosa seducción



Ya sabemos que el medioambiente no les interesa, y que sólo intentan vendernos un combo ideológico. Para llegar a su “nuevo paraíso” han creado un MITO ambientalista, que nos promete un futuro parecido al anteayer, y usan el discurso ambientalista para intentar imponer por la fuerza su ideología, porque en elecciones no ganan.

Un mito que seduce a las clases medias urbanas “progresistas”, instalado como lo “políticamente correcto”. Mito también explotado por aquellos políticos que entregan el futuro a cambio de votos y la simpatía del momento,… demagogia digamos. Un pensamiento “políticamente correcto” que no es inocente, que tiene consecuencias…

Una peligrosa seducción…

Ese discurso atractivo para el progresismo, si bien con una propuesta encantadora, oculta consecuencias políticas y sociales de las que las clases medias suelen asustarse, a veces demasiado tarde.

Cual modernos Savonarolas nos dicen: “… qué minerales, cuánto, cómo, habría que extraer para satisfacer las auténticas necesidades de los argentinos. El país necesita terminar con este extractivismo megaminero transnacional” nos dice nuevamente Marcelo Giraud, con conmovedora insistencia, no exenta de profunda ignorancia y prejuicio ideológico.

Producir y consumir sólo lo necesario

La idea de consumir y producir sólo aquellas cosas necesarias es atractiva y merece ser estudiada en detalle: como paradigma de lo superfluo, nos presentan al Oro. Considerar al oro, en sus usos en joyería o reserva de valor, como prescindible y suntuario, es similar a tomar al turismo, a la industria del automóvil, cosmética, vitivinicultura, bebidas con alcohol, o de la indumentaria y moda como innecesarias. Efectivamente, el ser humano puede sobrevivir con menos oro, sin turismo, sin vino ni bebidas alcohólicas, ¡SIN VINO!!!, con dos modelos básicos de ropa, sin cosméticos, tomando agua, jugos y leche y usando medios públicos de transporte.

Lo que diferencia a una sociedad pobre y subdesarrollada de una rica y desarrollada es la producción y consumo de artículos suntuarios. Y no es algo nuevo, ya los griegos y romanos tenían muchas más cosas suntuarias (arte, ciencia, música, política, moda, deporte, vino, filosofía, cosmética, etc.) que los bárbaros del norte. Cuando una sociedad se desarrolla y enriquece, incrementa el consumo y producción de elementos suntuarios, y dispone del tiempo para disfrutarlos.

Nos plantean la necesidad de una extracción moderada de minerales, atendiendo a “las verdaderas necesidades humanas”: “No se justifica seguir extrayendo oro, con el que se ha sacado a lo largo de la historia, reciclándolo, cubriríamos la demanda aurífera mundial de la industria por los próximos 429 años” insiste Giraud, exactamente 429!!!, qué precisión en el cálculo!!!. Lo que no nos cuentan, es qué mecanismo de persuasión sugieren para que los poseedores de ese oro lo entreguen voluntariamente para uso industrial.

Hay que elegir: La libertad de las personas, o la decisión de unos pocos

Ya existe un mecanismo muy eficiente que determina qué bienes y servicios son necesarios, y las cantidades en que deben ser producidos: es la libre concurrencia de consumidores y productores, la que establece los niveles de precio de cada bien o servicio y determina la cantidad a producir, a partir del interés o no de los consumidores, de lo que estén dispuestos a pagar por ellos.

Nos proponen reemplazar la libre decisión de las personas, por un consejo de notables, o algún otro tipo de cuerpo colegiado, que establezca cuales son las “necesidades reales” de consumo y producción de bienes. Quieren sustituir la libre elección de cada individuo, por el dictamen de un grupo de gente al que se atribuye la capacidad de decidir por nosotros. Obviamente, para que esa decisión tenga efecto, debe contar con el poder coercitivo del Estado.

Orden “espontáneo” y orden “decretado”

Guy Sorman (“Le Progrès et ses ennemis” - El progreso y sus enemigos - 2001) nos habla de dos tipos de orden en la sociedad, el orden decretado, al que adhieren los que denomina ecologistas, en sentido amplio y, del otro lado, el orden espontáneo.

Los que adhieren al orden espontáneo consideran el progreso técnico como  condición necesaria (aunque insuficiente) para el progreso moral y social de la sociedad. Para esta gente, “la suma de las iniciativas individuales espontáneas, será siempre superior al orden decretado desde arriba por déspotas o utopistas más o menos totalitarios, algo que la historia ha demostrado”.

En cuanto al orden decretado, “… los buscadores de lo absoluto, filósofos de café o de acción, estiman que, por el contrario, la iniciativa individual se debe inscribir en un orden decretado desde arriba, portador de la visión de una humanidad mejor, pero la experiencia demuestra que este deseo de perfección conduce al exterminio de aquellos que no acatan sus deseos, e incluso a veces de sus defensores”.

James Lovelock, lo explica mucho mejor…

“... el cambio climático puede ser un problema tan grave como una guerra. Puede que sea necesario poner la democracia en espera por un tiempo"  nos dice James Lovelock, creador de la “hipótesis de Gaia”. Para que no quede duda alguna, insiste: “unas cuantas personas con autoridad” deberían gobernar el planeta. Claramente nos propone una dictadura ambientalista…

No estamos hablando del medio ambiente, estamos hablando de libertad…

Según Sorman, ya desde sus inicios el ambientalismo “presenta un autoritarismo subyacente, un deseo de dictarnos nuestro modo de vida, de imponernos normas que afecten nuestra intimidad…”

“En el primer estadio de su expresión, la UTOPÍA produce una seducción indiscutible, a la cual es necesario resistir, pues la historia nos enseña que su belleza es la del diablo.”

"… la mayor fuente de peligro para la libertad, la democracia y la prosperidad (…) ha dejado de ser el socialismo, y ha pasado a serlo la ideología ambiciosa, arrogante y sin escrúpulos de un movimiento político (…) ecologista que poco tiene que ver con la naturaleza", nos advierte el economista y presidente de la República Checa Václav Klaus, quien conoce de cerca lo que es vivir en un régimen sin libertades.

No es tan difícil elegir: “Deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan glorioso logro humano” (Nelson Mandela).