Un mito que
seduce a las clases medias urbanas “progresistas”, instalado como lo “políticamente
correcto”. Mito también explotado por aquellos políticos que entregan el futuro
a cambio de votos y la simpatía del momento,… demagogia digamos. Un pensamiento
“políticamente correcto” que no es inocente, que tiene consecuencias…
Una peligrosa seducción…
Ese discurso atractivo para el progresismo, si bien
con una propuesta encantadora, oculta consecuencias políticas y sociales de las
que las clases medias suelen asustarse, a veces demasiado tarde.
Producir y consumir sólo lo necesario
La idea de consumir y producir sólo aquellas cosas
necesarias es atractiva y merece ser estudiada en detalle: como paradigma de lo
superfluo, nos presentan al Oro. Considerar al oro, en sus usos en joyería o
reserva de valor, como prescindible y suntuario, es similar a tomar al turismo,
a la industria del automóvil, cosmética, vitivinicultura, bebidas con alcohol,
o de la indumentaria y moda como innecesarias. Efectivamente, el ser humano
puede sobrevivir con menos oro, sin turismo, sin vino ni bebidas alcohólicas, ¡SIN
VINO!!!, con dos modelos básicos de ropa, sin cosméticos, tomando agua, jugos y
leche y usando medios públicos de transporte.
Lo que diferencia a una sociedad pobre y
subdesarrollada de una rica y desarrollada es la producción y consumo de
artículos suntuarios. Y no es algo nuevo, ya los griegos y romanos tenían
muchas más cosas suntuarias (arte, ciencia, música, política, moda, deporte, vino,
filosofía, cosmética, etc.) que los bárbaros del norte. Cuando una sociedad se
desarrolla y enriquece, incrementa el consumo y producción de elementos
suntuarios, y dispone del tiempo para disfrutarlos.
Nos plantean la necesidad de una extracción moderada
de minerales, atendiendo a “las verdaderas necesidades humanas”:
“No se justifica seguir extrayendo oro, con el que se ha sacado a lo largo de
la historia, reciclándolo, cubriríamos la demanda aurífera mundial de la
industria por los próximos 429 años” insiste Giraud, exactamente 429!!!, qué precisión en el cálculo!!!. Lo que no
nos cuentan, es qué mecanismo de persuasión sugieren para que los poseedores de
ese oro lo entreguen voluntariamente para uso industrial.
Hay que elegir: La
libertad de las personas, o la decisión de unos pocos
Ya existe un mecanismo muy eficiente que determina qué
bienes y servicios son necesarios, y las cantidades en que deben ser producidos:
es la libre concurrencia de consumidores y productores, la que establece los
niveles de precio de cada bien o servicio y determina la cantidad a producir, a
partir del interés o no de los consumidores, de lo que estén dispuestos a pagar
por ellos.
Nos proponen reemplazar la libre decisión de las
personas, por un consejo de notables, o algún otro tipo de cuerpo colegiado,
que establezca cuales son las “necesidades reales” de consumo y producción de
bienes. Quieren sustituir la libre elección de cada individuo, por el dictamen
de un grupo de gente al que se atribuye la capacidad de decidir por nosotros.
Obviamente, para que esa decisión tenga efecto, debe contar con el poder
coercitivo del Estado.
Orden “espontáneo” y orden “decretado”
Guy Sorman (“Le
Progrès et ses ennemis” - El progreso y sus enemigos - 2001) nos habla de dos tipos de orden en
la sociedad, el orden decretado, al que adhieren los que denomina ecologistas,
en sentido amplio y, del otro lado, el orden espontáneo.
Los que
adhieren al orden espontáneo consideran el progreso técnico como condición necesaria (aunque insuficiente)
para el progreso moral y social de la sociedad. Para esta gente, “la suma de
las iniciativas individuales espontáneas, será siempre superior al orden
decretado desde arriba por déspotas o utopistas más o menos totalitarios, algo
que la historia ha demostrado”.
En cuanto
al orden decretado, “… los buscadores de lo absoluto, filósofos de café o de
acción, estiman que, por el contrario, la iniciativa individual se debe
inscribir en un orden decretado desde arriba, portador de la visión de una
humanidad mejor, pero la experiencia demuestra que este deseo de perfección
conduce al exterminio de aquellos que no acatan sus deseos, e incluso a veces
de sus defensores”.
James Lovelock, lo explica mucho mejor…
“... el cambio climático puede ser un problema tan grave
como una guerra. Puede que sea necesario poner la democracia en espera por un
tiempo",
nos dice James Lovelock, creador de la “hipótesis de Gaia”.
Para que no quede duda alguna, insiste: “unas cuantas personas con autoridad” deberían gobernar el planeta. Claramente
nos propone una dictadura ambientalista…
No estamos hablando del medio ambiente, estamos
hablando de libertad…
Según
Sorman, ya desde sus inicios el ambientalismo “presenta un autoritarismo
subyacente, un deseo de dictarnos nuestro modo de vida, de imponernos normas
que afecten nuestra intimidad…”
“En el primer
estadio de su expresión, la UTOPÍA produce una seducción indiscutible, a la
cual es necesario resistir, pues la historia nos enseña que su belleza es la
del diablo.”
"… la
mayor fuente de peligro para la libertad, la democracia y la prosperidad (…) ha
dejado de ser el socialismo, y ha pasado a serlo la ideología ambiciosa,
arrogante y sin escrúpulos de un movimiento político (…) ecologista que poco
tiene que ver con la naturaleza", nos advierte el economista y presidente
de la República Checa Václav Klaus, quien conoce de cerca lo que es vivir en un
régimen sin libertades.
No es tan
difícil elegir: “Deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan
glorioso logro humano” (Nelson Mandela).