En UTOPÍA II, mito ambientalista y subdesarrollo y UTOPIA III, es el ambiente o la revolución? vimos como los náufragos del socialismo real, los
apologistas del muro, ante el fracaso del pasado experimento totalitario
cambiaron de utopía. En lugar de la contradicción social entre burguesía y
proletariado, ahora postulan una contradicción entre las necesidades de la
producción y la preservación de la naturaleza. Son los mismos militantes, pero ahora dicen defender el
medio ambiente, y se amontonan, con el mismo fervor y fanatismo, detrás de su
lucha. Sabemos que el medio ambiente no les importa, que es sólo un argumento
en su gesta ideológica.
No pueden
ganar por los votos, de hecho, ni lograron poner un candidato a presidente en
la pasada elección argentina. Su lucha
sería sólo una anécdota menor, si el discurso antidesarrollo y de promoción de
la pobreza no tuviera el impacto que tiene, especialmente en amplios sectores
de las clases medias urbanas autodefinidas como “progresistas” (en su versión latinoamericana).
¿Por qué la
promesa de un futuro parecido al “anteayer” les es tan seductora?.
A quienes
seduce esta utopía?
Tenemos que
buscar la ayuda de Antonio Gramsci, quien viviendo el experimento
mussoliniano y viendo como el fascismo seducía a las masas obreras, concluyó
que era inútil tratar de imponer el comunismo al través del control de los
sindicatos y del proletariado. Gramsci entendía que la única vía exitosa al
comunismo, era la penetración y el control de las instituciones educativas y
culturales, imponiéndose en el pensamiento de las clases medias urbanas. Si
bien creyó que así abría el camino al comunismo, salvo algunos militantes
convencidos, lo que realmente generó es “progresismo” como abundante producto
secundario.
La
antiminería es parte del combo progresista…
Es como las
papas fritas, vienen con la hamburguesa. Es en el “progresismo” donde la
antiminería se nutre de líderes y seguidores, a algunos los convierte en
fervorosos militantes; al resto en simpatizantes.
Es el
subproducto “progresismo”, el típico resultado de las clases medias urbanas
“concientizadas” en forma gramsciana, y quizá el fracaso de la propuesta
revolucionaria del italiano. Es el mismo “progresismo” que se opone a la
minería, sin abandonar sus autos, celulares, computadoras, y hasta anillos de
oro. Misma contradicción que los hace pensar en izquierda, y cuando votan con
los pies, o con el bolsillo, lo hacen actuando por derecha: gestionan su visa
para ir a USA y viajan a Miami a comprar en el Sawgrass, ahorran en dólares y se
apresuran a tramitar su doble ciudadanía española, italiana, o emigrar a
Australia o Canadá. Y cuando son jóvenes, hacen su Work &Travel en USA, ni
en Korea del Norte ni en Cuba, pero se siguen sintiendo de izquierda.
Silvio
Rodriguez, con su "Canción en harapos", nos brinda una semblanza del
“progresista” y sus contradicciones:
Qué fácil es agitar un pañuelo a la tropa solar
del
manifiesto marxista y la historia del hambre
Qué fácil
es suspirar ante el gesto del hombre
que cumple
un deber
y regalarle
ropitas a la pobrecita
hija del
chofer
Qué fácil
de enmascarar sale la oportunidad.
Qué fácil
es engañar al que no sabe leer
cuántos
colores, cuántas facetas tiene el pequeño burgués.
Qué fácil
es trascender con fama de original
pero se
sabe que entre los ciegos el tuerto suele mandar
Qué fácil
de apuntalar sale la vieja moral
que se
disfraza de barricada
de los que
nunca tuvieron nada
Qué bien
prepara su máscara el pequeño burgués.
Viva el
harapo señor
y la mesa
sin mantel
Viva el que
huela a callejuela
a palabrota
y taller.
Desde una
mesa repleta cualquiera decide aplaudir
la caravana
en harapos de todos los pobres
Desde un
mantel importado y de un vino añejado
se lucha
muy bien
Desde una
casa gigante y un auto elegante
se sufre
también
En un
amable festín se suele ver combatir...
La dictadura de lo “políticamente correcto”
A tal punto se ha instalado la antiminería entre los
credos del progresismo, que ya forma parte de la “dictadura de lo políticamente
correcto”. Vladimir Volkoff,
pensador francés que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar la
manipulación informativa, nos dice:
“Lo políticamente correcto,(…) es de imposible
definición puesto que carece de un verdadero contenido… En él encontramos
restos de un cristianismo degradado, de un socialismo reivindicativo, de un
economicismo marxista, (…) Si comparamos el hundimiento del comunismo con una
explosión atómica, diríamos que lo políticamente correcto constituye la nube
radioactiva que sigue a la hecatombe”
Discurso “progresista” y política
Es la “dictadura de lo políticamente correcto”, lo que
moldea el discurso y propuesta de los políticos oportunistas, esos que sólo
miran las encuestas para congraciarse con la gente y conseguir su favor a
fuerza de demagogia.
Un político, más que responder a lo que la gente
quiere, debe proponer lo que cree necesario, debe vender una idea de futuro.
Hace falta mucha honestidad y entereza para que un político resista ser
“políticamente correcto”, elaborando
propuestas propias y movilizando a la gente para modificar la realidad,
pensando de acá a 10 o 20 años…
NOTA: Ese discurso
atractivo para el progresismo, oculta consecuencias políticas y sociales de las
que las clases medias suelen asustarse, a veces demasiado tarde. Falta hablar
de esa peligrosa seducción…