17/3/10

EXTRAYENDO MINERAL A "CIELO ABIERTO"

- Publicado por Diario UNO - Mendoza, 24 de mayo del 2010.
- Publicado en Mining Press - Diario Minero - 24 de mayo del 2010.

La expresión “megaminería a cielo abierto” (más de 69.000 citas en Google), a fuerza de ser repetida por el activismo antiminero, se ha instalado en el imaginario colectivo, como sinónimo de algo siniestro. Los mitos se construyen con la insistencia, se alimentan de creencias, sentimientos, y se expresan con frases sencillas, repetibles, panfletarias: ”megaminería a cielo abierto”. En cambio, la realidad tiene matices, requiere datos, información, razonamiento, es más árida.

Hemos visto que la magnitud de un yacimiento no obedece a un capricho humano, sino que lo dispone la naturaleza. También nos dicen que explotar a “cielo abierto” es malo, como si fuera el resultado de la peor opción entre varias posibles. Vamos a detenernos en la explotación, veremos cuándo y por qué se hace a cielo abierto.

Qué se explota a cielo abierto?

La explotación comienza con voladura, arranque, transporte, trituración y selección, hasta alcanzar el tamaño de grano necesario. Son procesos comunes para todo mineral o roca que se procesa o despacha con normas de tamaño definidas. La voladura y arranque puede realizarse tanto en forma subterránea como a cielo abierto.

Las piedras ornamentales, como mármol, granito, travertino, lajas, etc., no son arrancadas con voladuras, sino con cuñas, sistemas hidráulicos, sierras, etc., para poder preservar la integridad de la roca.

La explotación a cielo abierto se utiliza en la extracción de rocas de escaso valor, o con bajo contenido de elementos valiosos, pues es la única forma de hacerla posible, al extraer grandes cantidades con procedimientos mecánicos de bajo costo. Las rocas de aplicación y la mayoría de los minerales industriales (cal, cuarzo, baritina, yeso, sulfatos, talco, áridos, azufre volcánico, fluorita, bentonita, etcétera), que se han explotado y se explotan en la provincia y en el mundo, lo son a cielo abierto. De hecho, la mayor explotación a cielo abierto de Mendoza está ubicada en Cerro La Cal, 18 km. al nornoroeste del Km. 0, provee materiales para las industrias de cal y cemento desde los años ’40 del siglo pasado.

El hombre explota minerales y rocas a cielo abierto desde hace miles de años, como en las canteras de mármol de Carrara (Italia). Es la técnica de extracción más antigua y sencilla. La minería subterránea sólo se utiliza cuando la disposición de la roca, muy rica en mineral, es vertical o subvertical, o cuando las características geográficas así lo imponen, y los costos lo permiten.

Subterráneo o a cielo abierto?

Una vez que los geólogos determinan el tonelaje, contenido del mineral de interés, ubicación, forma, composición y distribución, junto con los ingenieros establecen la forma más eficiente de extracción, en función de costos y características del terreno. Puede ser a cielo abierto, subterráneo o en una combinación de ambos.

Hay grandes minas que se explotan en forma subterránea, como El Teniente (Chile), la mina de Cobre subterránea más grande del mundo, ubicada 50 km. aguas arriba de Rancagua. Conocida desde época colonial, su desarrollo moderno data de 1904, y posee 2.400 km. de galerías. Siendo subterránea, El Teniente produce 381.200 t de cobre al año, 9,5 veces más que lo proyectado para la Mina a cielo abierto San Jorge, 45 km. al norte de Uspallata.

Chuquicamata, 1.650 km. al norte de Santiago de Chile, se explota a cielo abierto desde 1910, y extrae el doble de cobre que El Teniente. Se estima que el actual rajo a cielo abierto, dejará de ser rentable en una década y se está estudiando la factibilidad de explotación subterránea, con una producción anual prevista de 340 mil toneladas de cobre, durante al menos 50 años, 8,5 veces más producción, durante más de tres veces la vida de San Jorge.

La opción entre explotar una mina a cielo abierto o en forma subterránea, depende de las condiciones geográficas, distribución del mineral, de los costos, y hasta del clima. Incluso un mismo yacimiento puede ser explotado en parte a cielo abierto y en parte subterráneo a lo largo de su vida, y hasta en forma simultánea. Una misma explotación puede ser “megayacimiento” sin ser a cielo abierto, o dejar de ser a “cielo abierto” para ser subterráneo.

El mineral extraído, tanto de una mina subterránea como a “cielo abierto”, puede ser procesado a la intemperie, así como en instalaciones industriales bajo techo, y también eso se decide técnicamente; explicarlo, será motivo de una próxima nota.

Por qué oponerse?

Explotar a cielo abierto no surge de una decisión caprichosa, ni es una práctica moderna para arrasar los cerros. En un país de gran tradición minera como Australia, el área donde se ha realizado algún tipo de actividad minera, histórica y actual, ocupa apenas el 0,26% de su territorio montañoso.

La minería a cielo abierto se utiliza desde hace miles de años; toda vez que el hombre pudo disponer de los minerales arrancándolos de superficie, se ahorró el esfuerzo de tener que cavar túneles. Es la única manera posible de extraer la mayoría de los minerales y rocas que utilizamos. Aplicar las nuevas tecnologías de explotación, permite realizar minería en forma ambientalmente sustentable, con muy bajo riesgo para los operarios, y generar beneficios para la comunidad.

12/3/10

Marta Maffei no sabe mucho de agua....

...ni conoce Wikipedia....., e insiste con legislar....


En la nota Nuestro derecho al agua de los glaciares de Marta Maffei, la autora hace una encendida defensa de la ley 26.418: “LEY DE PRESUPUESTOS MÍNIMOS PARA LA PROTECCIÓN DE LOS GLACIARES Y DEL AMBIENTE PERIGLACIAL”, que fuera vetada por el Ejecutivo Nacional.


De la minería, ya están protegidos....


Es indudable la necesidad de proteger los glaciares de la acción del hombre y de toda agresión provocada por cualquier actividad económica. A tal efecto, la minería cuenta desde 1995, con la Ley 24.585 DE PROTECCION AMBIENTAL, que contempla la elaboración de un Informe de Impacto Ambiental (IIA) ante cada nueva etapa de exploración y de la explotación minera. El IIA, que se actualiza en forma bianual, debe ser evaluado, observado, rechazado o aprobado por las respectivas autoridades provinciales, emitiendo, en caso favorable, la correspondiente Declaración de Impacto Ambiental (DIA), para habilitar cada una de las etapas de exploración o explotación.


El cumplimiento de la Ley 24.585 y su normativa, aseguran, no sólo la protección de los glaciares, sino de todo el entorno natural, y hasta contempla los aspectos socioeconómicos, culturales y la preservación de los sitios de valor histórico, cultural, arqueológico y paleontológico; inspirada en el concepto de DESARROLLO SUSTENTABLE.


Si bien la derogada Ley 26.418, y las que eventualmente la reemplacen, no hacen más que alimentar la inflación legislativa, cuyas consecuencias vivimos cotidianamente, con efectos no sólo legales, sino también económicos, lo que llama la atención es la orfandad de conocimientos que muestra la exdiputada Maffei en sus justificaciones.


Sanateando sobre el agua......


Maffei dice: “...durante los últimos 60 ó 70 años, los sistemas de producción industrial y agropecuaria a base de potentes químicos, han generando procesos contaminantes de diversa gravedad sobre el agua común. Así ríos, arroyos, lagos, lagunas, mares, acuíferos y napas están severamente comprometidos”.


Debemos lograr que las actividades humanas no impacten negativamente en nuestros recursos hídricos, si bien existen focos de contaminación graves, pero localizados, en áreas urbanas (Gran Buenos Aires, etc.) o semiurbanas y rurales (oasis del Río Mendoza, etc.), es muy dramático y alarmista hablar de contaminación generalizada, cuando nuestros grandes ríos y las reservas de agua subterránea, permanentemente alimentados por las lluvias, aseguran una adecuada provisión de la denominada “agua común”, término técnicamente desconocido, que se presta a confusión. Existe el agua, que puede ser dulce o salada; el agua dulce contiene cantidades mínimas de sales disueltas, y a partir de procesos de potabilización, puede ser consumida por el ser humano, obteniendo la llamada agua potable, cuando cumple con las normas sanitarias vigentes. El “agua pura”, como tal no existe en la naturaleza, pues hasta el mínimo contacto del agua de lluvia o nieve con la atmósfera, la carga en solutos.


Maffei insiste: “.... solo nos han quedado los glaciares como reservorios estratégicos de agua pura y proveedores de recarga para las cuencas hidrográficas. En nuestro país, el 69% de toda el agua pura se encuentra precisamente en nuestros glaciares. Más de un millón y medio de personas viven directamente de ese recurso y otros 15 millones, indirectamente.”


Ya sabemos que el “agua pura” en la naturaleza no existe, entendiendo que Maffei se refiere así al agua dulce potable o de fácil potabilización. En Wikipedia podemos ver que el 68,7% del agua dulce del mundo esta en casquetes y glaciares POLARES, muy cerca de la cifra que Maffei atribuye a nuestros glaciares continentales. El resto se reparte en un 30,1% para las aguas subterráneas, un 0,35% en aguas superficiales y suelos, y sólo el 0,86% en glaciares continentales y permafrost. Las proporciones exactas para la Argentina, deben ser muy parecidas a los valores mundiales.


Alguien le habrá dicho a Maffei que los glaciares contienen el 69% del agua dulce del mundo, refiriéndose a los hielos polares, y terminó expresando esa proporción como si fuera la reserva en hielos continentales. Es evidente que la exdiputada no sabe acceder a Wikipedia, para poder chequear el dato, que a todas luces surge irracional.


La principal reserva, de la que se nutren los ríos y lagos, son las aguas subterráneas, con 35 veces más agua que los glaciares continentales y permafrost. Viendo las cifras reales, el cálculo de la población que depende del agua de glaciares, es absurdo.


Para proteger los glaciares, es necesario falsear información?


Supongamos que es válido y necesario producir “hipertrofia” e “inflación legislativa”, para proteger los glaciares. Lo que no parece razonable y conspira contra el objetivo de preservarlos, es falsear los datos, exagerarlos e intentar justificar la norma con algo parecido al engaño, quizá fruto de la mala intención, o peor aún, de la ignorancia de la exlegisladora.