Entre la catarata de argumentos para oponerse al proyecto San Jorge, apareció uno nuevo, expresado en un reportaje de Csomos FM, reproducido por Argentina Actual y otros medios, donde podemos ver el grado de desconocimiento, precariedad intelectual y prejuicio ideológico de los promotores del subdesarrollo.
En sus declaraciones, el opinador antiminero Marcelo Giraud manifiesta: “la preocupación de mendocinos ante esta empresa administrada por un compañía muy pequeña del Canadá; tanto por las carecteristicas técnicas y social, tiene un capital de $2 millones de Dólares, y lo que busca es tener aprobado el impacto ambiental para venderlo a una empresa más grande” (sic, con los errores ortográficos y gramaticales del redactor). La versión radial es mucho más extensa y clara, expresa las dudas respecto a la capacidad de CORO Mining de desarrollar el proyecto. Giraud realmente cree que el tamaño de una empresa condiciona la habilidad de encarar un negocio, está convencido de la imposibilidad de convertir una buena idea en valor, aplicando convicción, conocimiento y esfuerzo.
Ordenados en una pirámide
En minería, al igual que en muchas otras actividades, el universo de actores puede ser graficado en una pirámide, en la vertical se ordenan por tamaño, con pequeños y numerosos actores en su base y escasos y poderosos en la cúspide. Por la base entran los nuevos jugadores, con sus ideas y proyectos, que van muriendo o madurando y ascendiendo hasta que los negocios son tomados por empresas más grandes, o se convierten en fuente de movilidad y crecimiento de los mismos actores.
Para desarrollar una actividad, es necesario bajas barreras de entrada, así ingresan nuevos jugadores con ideas y proyectos, que alimentan a los ya existentes, e incluso se conviertan en factor de movilidad de los mismos. En minería, por cada Barrick o Rio Tinto en la cúspide, debe haber numerosas Yamana, Troy o Mansfield en el medio y un sinfín de pequeños exploradores independientes en la base.
Cuando los chicos convierten las ideas en negocios....
Son numerosos los casos de pequeños desarrolladores mineros, cuyos proyectos progresaron, tan sólo basta recordar el descubrimiento de diamantes en Canadá de la mina Diavik. Aparte del fácil ejemplo de Bill Gates – Microsoft, hay otras historias ajenas a la minería, como la de Steve Jobs y su Apple II, la de Friis y Zennström con Skype, o para ponernos cholulos, la de Stallone con Rocky. Cuando hay un buen proyecto, emitir acciones en la bolsa, hacer un Joint Venture, o buscar un “business angel”, son algunos mecanismos de financiamiento que comparten el riesgo, sin recurrir a un banco. Pero no hay que buscar ejemplos tan complejos, los hay más cotidianos, como cuando el propietario de un terreno se asocia al desarrollador inmobiliario, arman el financiamiento con socios, contratan una constructora, construyen y venden casas. Y en cualquier parte del negocio, alguno de los socios puede negociar su participación con un tercero, porque ya hizo su negocio,.... porque tiene otro proyecto mejor,... porque se aburrió y se quiere ir,..... ejerciendo la libertad de decidir sobre su propiedad.
Un ejemplo menos sofisticado aún?, compramos un auto, le hacemos chapa, motor, cambio de cubiertas, y lo vendemos más caro, porque le hemos agregado valor.
Y está claramente expresado en la legislación....
El Código de Minería de la Nación otorga los mismos derechos, y exige las mismas obligaciones, tanto a personas físicas como jurídicas para acceder a la propiedad minera y explotar yacimientos, prescindiendo de su capacitación, antecedentes o nacionalidad del capital. Sólo hay que cumplir la ley.
También establece que las minas pueden venderse y arrendarse como los bienes raíces. A partir de allí se puede hacer todo tipo de acuerdo societario que la legislación civil y comercial permita.
Queremos un “GRAN HERMANO”?
Giraud tiene razón, es imposible que CORO Mining desarrolle San Jorge por su cuenta, de su bolsillo; buscará algún mecanismo de financiamiento que lo vinculará con otros actores, compartirá riesgos, y libremente acordarán derechos, obligaciones y participaciones. Es lo que hace cualquier empresa cuando desarrolla un negocio, minero o de otro tipo, es lo que hacemos todos los días, nos asociamos, participamos, acordamos, ejercemos nuestra libertad.
La combinación de ignorancia, precariedad intelectual y prejuicio ideológico desemboca en una concepción corporativa, que promueve la presencia del Gran Hermano orwelliano, observando y decidiendo de qué somos o no capaces. Un sistema que prejuzga la capacidad de las personas, limitando nuestra libertad y diciéndonos qué debemos y podemos hacer, un sistema de desigualdad ante la ley, una visión fascista del mundo.