En la nota “Un escenario optimista??? (Mining Press Diario Minero, 21/10/08 - Mining Press, Revista – Nº 31: 62-64 – Octubre-Noviembre), anunciamos el fín del experimento populista instaurado en el 2002, la etapa final del ciclo de recuperación 2002-2006.
La baja de la recaudación nacional en noviembre y diciembre, coloca a las cuentas públicas al borde del déficit fiscal, y las provincias cerraron 2008 con rojo fiscal por primera vez en cinco años. Estamos a las puertas de la catástrofe, es inevitable, la duda es la magnitud y duración de la caída, cómo será la recuperación y quién la administrará. Ante este panorama, el gobierno reaccionó como esperábamos, confiscando los depósitos previsionales administrados por
Mientras escribo esta nota, las bolsas están subiendo y ya llevan más del 25% de recuperación desde los pisos de mediados de noviembre. Los mercados podrían ya estar indicando el fín de la crisis financiera internacional, cuyo efecto impactará de lleno en el primer semestre del año, para empezar la recuperación a fines del 2009. Mientras tanto el Oro se ha mantenido como reserva de valor y acusa la suficiente fuerza como para quebrar los U$ 900, anticipando su ruta hacia los U$ 1.000, el Cobre ha recuperado más de un 20% en dos semanas, e intenta llevarse puesta la resistencia de U$ 1.5, rumbo a U$ 1.7, próximo escalón que habilita nuevas subas.
Desde que se desató la crisis financiera internacional, a mediados de septiembre, las empresas mineras han acusado el impacto, reduciendo el financiamiento de sus proyectos, hasta cerrando oficinas, algunas por falta de recursos y la imposibilidad de obtenerlos en el mercado, y otras, porque se han “sentado” sobre su capital, a la espera de buenas oportunidades de adquisición y toma de control de proyectos. Existe gran cantidad de liquidez disponible a ser invertida, en cuanto se aclare el panorama y surjan nuevas oportunidades de inversión. El ciclo ascendente de precios y la disponibilidad de dinero en busca de rentabilidad aceitarán nuevamente el negocio minero.
Ante la ausencia de recursos para el financiamiento público, el Estado Nacional y los gobiernos provinciales pueden intentar capturar esas “ganancias extraordinarias” de las empresas, mediante el incremento de retenciones y regalías. Ya hemos visto en “Regalías y retenciones mineras: quién las paga?” (Mining Press Diario Minero, 30/12/08), que: “la percepción de inseguridad jurídica o el incremento de impuestos en minería, se paga con menos años de vida de la mina, menos años de salarios, bienes, servicios e impuestos. Se paga con pérdida de actividad económica futura, destruyendo mineral, destruyendo valor.” Y todavía puede ser peor, si colocan retenciones y regalías móviles.
Los huevos en distinta canasta.
Toda inversión implica riesgo, la estrategia elemental para disminuirlo es colocar los recursos en diversos activos, fijando un tope para las pérdidas. La diversificación compensa las ganancias de unos con las pérdidas de los otros, de modo que cada buen negocio debe compensar las pérdidas originadas en los fracasos, por tanto, la ganancia esperada no puede tener un tope, mientras el riesgo no tenga un piso. Quién invertiría en la bolsa de valores si se le dijera que su ganancia máxima tiene un tope?, si el Estado se apropiara de las ganancias por encima de cierto valor, mientras el total de la pérdida es asumida por el inversor?.
Diversificar es sano y necesario en toda cartera de inversión, y es esencial en una empresa minera. Inevitablemente, la mayoría de los proyectos mineros fracasan, y deben ser financiados por los pocos éxitos exploratorios. La minería debe asumir los riesgos propios de la exploración, por variaciones de precio, legales, impositivos y hasta que la naturaleza nos decepcione. Por eso, la empresa minera debe armar su cartera con proyectos de diverso grado de avance, sujetos a diferentes legislaciones, para reducir el riesgo. Si se le pone un techo al éxito, disminuye notablemente la capacidad de financiamiento de los fracasos.
Ahora nos toca a nosotros?
El efecto de las retenciones móviles se puede ver en la industria petrolera. Desde hace seis años las empresas están reduciendo su participación en Argentina, arrastrándonos a otra de las clásicas crisis energéticas recurrentes, logrando que en escasos años, seamos nuevamente importadores de hidrocarburos. Y el efecto no es sólo cuantitativo, los inversores de mejor calidad se retiran y son reemplazados por empresas de menor solvencia técnica y hasta por aventureros de fluidos contactos.
La idea de las retenciones y regalías móviles no es nueva, ya ha sobrevolado algunos despachos oficiales, y se las sigue mirando con simpatía. Corremos el riesgo que, junto con la extorsión ambientalista, se conviertan en instrumentos para promover la huida de inversores serios, abriendo la puerta a capitales de dudoso origen y aceitados contactos oficiosos, que podrían obtener participación en los proyectos, a cambio de su “capacidad de gestión”.